Las escuelas concertadas de nuestro país se encuentran en un escenario marcado por unos factores principales: descenso de la natalidad y poca demanda en los primeros cursos, un incremento en la exigencia social hacia las escuelas para que éstas den respuesta a todas las necesidades educativas de los niños y jóvenes y, todo ello, junto con una falta de recursos económicos, tanto de origen privado, como público.
Este escenario pone en riesgo la sostenibilidad de muchos centros a corto y a medio plazo y el de casi todos ellos a largo si no hay cambios en los escenarios y/o en las estrategias a seguir.
El sector educativo se convierte en lo que se llama, en el paradigma de Mauborgne y Chan Kim, un «océano rojo», un sector con alta competencia entre sus participantes con pocas posibilidades de diferenciación en cuanto a oferta y donde el principal elemento de posicionamiento es el precio.
La mejor salida que tienen los centros escolares para poder garantizar la demanda necesaria para hacer sostenible su actividad, manteniendo el nivel de la calidad educativa y generando excedentes para poder reinvertir en su evolución y puesta al día, es trabajar sus ventajas competitivas, tanto aquellas que hacen atractiva la oferta en cuanto a calidad del proyecto educativo, como aquellas que permiten optimizar sus costes de funcionamiento.
Estos objetivos son de difícil consecución de manera individual por parte de los centros. Las economías de escala facilitarían su logro, tanto los de naturaleza cuantitativa, como los de naturaleza cualitativa. Las economías de escala se consiguen con un incremento del volumen en las estructuras de funcionamiento, en la actividad y en los clientes y usuarios. Por esta razón, la creación de grupos de escuelas con elementos y actividades compartidos, en diferentes niveles, permitiría conseguirlo.
La fusión, unión y agregación de actividades son un recurso tradicional en todos los sectores con el objetivo de optimizar. En el sector educativo también se conocen experiencias de grupos escolares, con diferentes tipologías de titularidad, que gozan de una capacidad de inversión y de obtención de eficiencias en costes mayores que en el caso de los centros individuales.
Sería necesario que todos los centros escolares que funcionan de manera individual se plantearan esta opción de manera seria para garantizar su continuidad. Un grupo de escuelas debe mantener, necesariamente, la singularidad de los proyectos de cada centro porque son el resultado de su historia, experiencia, tradición, arraigo en el territorio, etc. sin que ello sea un obstáculo para agrupar y optimizar aquellas actividades y procesos transversales y comunes.
En un próximo artículo explicaremos cuáles son las ventajas competitivas cualitativas que pueden generar las uniones entre centros educativos: desarrollo de las carreras profesionales de los docentes y mejoras e incrementos en la I+D i educativa, principalmente.